Hemos vivido tan deprisa que nos habíamos olvidado de que realmente es importante. La rueda giraba sola, apenas había que empujarla. Cobrábamos a fin de mes. Salíamos cuando queríamos. Visitábamos cuando nos apetecía. Pero no era la prioridad, porque podíamos hacerlo mañana, o pasado. Igual que esa cerveza en una terracita al sol. Ya nos la tomaremos cuando haga buen tiempo. Y llegó la primavera, con sus flores, su sol y su cambio de hora.
Y de repente llega este virus y nos deja sin trabajo, sin terrazas, sin visitas y sin sol. Todo eso que habíamos dado por hecho nos lo ha arrebatado un ser microscópico. A nosotros, que creíamos poder controlarlo todo.
Y nos encierra en casa con nosotros mismos sin poder hace nada más que esperar. Pero no sabemos «no hacer nada». Y nuestra mente entra en bucle buscando respuestas que no encuentra. Y esa incertidumbre se convierte en preocupación por un futuro que no podemos controlar.
Porque por una vez, no podemos hacer nada. Y eso nos jode, pero es lo que hay.